Y te asomas cada noche,
mirando al empedrado gris
mojado y solo, en el invierno.
En la primavera, atónito observas
el cristo de los Gitanos,
mirando al cielo
recorriendo el empedrado rojo,
por los pétalos de rosas.
A su lado,
transcurre el río, con paso
vacilante cargado de tristeza
dejando atrás puentes, besos,
miradas y sueños.
Traspasando su tristeza,
está la fortaleza roja,
que contempla su ciudad
como una madre mira
al recién nacido.
En la ventana
hay dos mundos,
el mundo, y mi mundo.
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