martes, 12 de abril de 2011

La fortaleza Roja.

Y te asomas cada noche,
mirando al empedrado gris
mojado y solo, en el invierno.

En la primavera, atónito observas
el cristo de los Gitanos,
mirando al cielo
recorriendo el empedrado rojo,
por los pétalos de rosas.

A su lado,
transcurre el río, con paso
vacilante cargado de tristeza
dejando atrás puentes, besos,
miradas y sueños.

Traspasando su tristeza,
está la fortaleza roja,
que contempla su ciudad
como una madre mira
al recién nacido.

En la ventana
hay dos mundos,
el mundo, y mi mundo.

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