sábado, 29 de septiembre de 2012

Especial


Era un olor tan ajeno e intenso
como un resplandor deshojando una duda,
pero no era especial.

En la calle todas las puertas
respondían al mismo sonido,
un paso breve y suave,
como el veneno de un escorpión,
se colaba por la necesidad
de volver a vernos.

Tumbado en la cama
reflexiono sobre la última noche
y la ilegalidad de cualquier movimiento
que pudiera darle sentido a tu pelo,
ese mar de la ignorancia infinita.

Todavía me pregunto cómo entraste
por la fría y sucia gruta de mis besos,
cómo pasaste el bosque oscuro
de los versos que se colaban por mis labios.

Pero ya no hace falta suponer,
el veneno me ha comido por dentro,
ya no importa cómo entraste,
ni si tus colmillos que se turbaban salvadores
me arrastraron hasta aquí,
este lugar donde le encuentro significado
a un olor que antes no era especial.

domingo, 9 de septiembre de 2012

ALIMENTO


 

Ninguna palabra es ya como solía.

CABALLERO BONALD



Ya es la segunda persona en este año
que veo hundirse en el cáncer.
Quienes la quisieron
están llorando al otro lado de esta habitación.
¿Qué decir en estos casos?
Parece que no nos queda otra
que tragarnos las ganas de lo imposible
y no decir
nada.

Esa amarga sensación en el paladar
que tantas veces me hizo renunciar
a un beso
a una verdad
a una oportunidad para derrumbar mis castillos de arena
y volverlos a levantar.

Tragarse las ganas de lo imposible
podría ser la única razón por la que fracasamos
lo único que hizo
que fuese imposible
una palabra de despedida.

Tragarse las ganas de lo imposible
cuando la lógica
es el más brutal de los convencionalismos,
la lógica nos hizo creer
que el capitalismo no se retro-alimentaría
de nuestros propios órganos
que la verdad estaba a la vuelta de la esquina
y eso, desde 1789,
que podíamos alimentarnos de palabras
que no escupiríamos nunca
en un cementerio como este
que tú y yo
no podríamos amarnos.

Tragarse las ganas de lo imposible
porque es nuestro único alimento
seguir mascando lo que no haremos
lo que no diremos
los órganos que no estamos dispuestos
a vomitar
por miedo
al fracaso.

Tragarse las ganas de lo imposible
y vestir esta bestia de prudencia y de cordura
cuando apenas sí hace falta
una mísera palabra que decir
un solo descanso de calcular probabilidades
de decir que lo imposible no es imposible
una sola palabra no atravesada
por las agujas del reloj,
para sonreír.

Tragarse hasta el último nudo de resistencia
hasta el último impulso
de estrellar una botella en la pared
como siempre nos habían enseñado.
Y ahora que ya no creo en dios
lo difícil no es adornar a la muerte
de un sentido
sino saber
qué coño hacemos los que aún
seguimos aquí
tragándonos las ganas
de lo imposible
un
día
más.

Castell de Ferro, 30 de agosto de 2012.