martes, 31 de enero de 2012

Granada I

En esta religión de la distancia
te hundes en los charcos y en el otoño.

Agonizas sin admitir que los siglos
te han dejado en la esquina solitaria
y te ensombreces con cada redoble,
con cada mordedura, del reloj.

Yo me voy: tú te pierdes,
y no es tu culpa, granada,
que desandemos las baldosas
perdidas de otro tiempo.

Deja que te diga al menos,
aunque te duela, mi infancia,
¡Qué tantos siglos tienen tus piedras
y yo ni un suspiro te falto!

Aquí nos despedimos, en un verso
en un fandango, en un camino
en una mirada rencorosa.

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