Crece lentamente,
sin respetar la nieve
que marcaron sus pasos,
mientras caminaban
indiferentes
por ríos de oscuridad.
Huye de las rutinas
más frías y solitarias.
Desaparece temporalmente,
temiendo saldar
con lágrimas,
la batalla que marcan
las agujas de su reloj.
Huye del destino
más verdadero y doloroso,
de los bancos acompañados.
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