Para aquellos que estaban y no estaban
He tenido que esperar al azote
sobre mi cama grisácea,donde me bebo la soledad
y algunos recuerdos me devoran,
para saborear por fin una simple sonrisa.
Era uno de esos días en los que
se soplan velas y se piden deseos.
Me desperté sobresaltado
no veía más que oscuridad
algo que me cubría las manos
y se me había olvidado hablar.
Tuve que esperar al vibrar
tenebroso
de los árboles y al sonido del
aguagritando mi nombre,
para que se me desataran las manos
coger un poco de tinta y
poder contarte que allí,
donde comencé a comprender la vida
mientras caminaba cegado por la
rebeldía del sol,
se rompió la quietud del cielo y
apareció esa melodía de los sueños
que nos acompañan desde el inicio
del camino.